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Santiago de Compostela

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Conoce la historia de Santiago, una ciudad milenaria

Con anterioridad al hallazgo, en el lugar donde se ubica la ciudad histórica, conocido antaño como monte Libredón, parece ser que se asentaba una villa romana –creencia que avalan excavaciones arqueológicas-, cuya vida se prolongaría hasta el siglo VII. Seis siglos antes (en la primera centuria) se habría levantado, además, junto al enclave un mausoleo donde, según la leyenda, los discípulos del apóstol Santiago Teodoro y Atanasio habrían enterrado sus restos. La tradición cristiana y oral apuntaba que el Apóstol había predicado en vida en el conocido finis terrae hispano y que, tras regresar a Palestina y ser decapitado, sus seguidores habrían querido traer su cuerpo a este lugar, el más lejano donde evangelizó.

Los restos del Apóstol Santiago

La historia de Santiago de Compostela da un salto hasta el siglo IX, cuando el ermitaño Paio ve -en un año indeterminado, ubicado entre el 813 y el 830-, cómo unas luces –o estrellas- iluminan unas ruinas de una necrópolis antigua. El eremita avisa del hallazgo al obispo Teodomiro, de la vecina Iria Flavia, quien examina el lugar e identifica los restos del sepulcro iluminado como los del Apóstol y comunica el descubrimiento al monarca del reino astur-galaico, Alfonso II. Ante el hallazgo, el rey no duda en emprender camino hacia Santiago, figurando para la historia como el primer peregrino y sentando las bases del posteriormente conocido como Camino Primitivo. Nada más llegar a Santiago de Compostela, funda sobre el edículo una primera iglesia y ordena construir un monasterio para los monjes que deberían custodiar el templo y los restos del Apóstol. Se trata del monasterio de San Paio, que en la actualidad permanece en las inmediaciones de la Catedral de Santiago habitado por monjas de clausura.

La primitiva iglesia, consagrada en el año 834, permanecería en pie tan solo cuatro décadas, ya que en el 874, y tras peregrinar también a Santiago, el monarca Alfonso III ordena construir una mayor. La original comenzaba a quedarse pequeña ante el reguero de caminantes que, conocedores del milagro, empezaban a acercarse al lugar, ayudando a cimentar una primera urbe. Arranca entonces la construcción de un segundo templo, levantado con muros de mampostería y previo a la actual catedral.

Se inician las obras de la catedral románica

Santiago daba sus primeros pasos para convertirse en faro espiritual de Europa, lo que atraía al núcleo diversas riquezas. Conocedor de ello, el caudillo musulmán de Al Ándalus, Almanzor, arrasa la ciudad en el año 997 aunque respeta el sepulcro apostólico. La leyenda recuerda que fueron prisioneros cristianos quienes, tras la incursión, cargaron con las campanas del templo compostelano hasta Córdoba.

Tras este hecho y, a partir de la reconstrucción del núcleo y del propio templo, tiene lugar la expansión urbana de Santiago. Se levantan unas murallas fortificadas que definen el contorno de la ciudad histórica y ya se prepara el terreno para que, en el año 1075, comiencen las obras de una iglesia de mayores proporciones, acorde al dinamismo de las peregrinaciones. Gracias al inicial impulso del obispo Diego Peláez y del rey Alfonso VI y, sobre todo, al empuje de Diego Xelmírez, primer arzobispo de Compostela y artífice de la transformación de la ciudad, se inician las obras de la catedral románica, un templo levantado según los cánones de las grandes iglesias de peregrinación que había en el país galo.

Catedral de Santiago de Compostela

Corría el siglo XII, para muchos historiadores, el de mayor esplendor de la historia compostelana. El Camino Francés concentraba miles de romeros en su incesante goteo avivado por la publicación del Códice Calixtino, primera guía de peregrinación hacia Santiago. La catedral avanzaba, además, con paso firme y en su edificación se involucraban los mejores constructores de su tiempo, como el maestro Mateo, autor del sublime pórtico de la Gloria, obra cumbre del románico.

Se funda la centenaria Universidad

Tras la consagración de la catedral en el año 1211, se consolida la época dorada de la peregrinación a Compostela, un auge de transeúntes y un fervor religioso que también modifica el devenir de la ciudad. Fuera del casco histórico, extramuros, se ubican varios conventos de diversas órdenes, como el de Santa Clara o el de Belvís, lo que contribuye a expandir el núcleo. Ya en el entorno del templo se asientan varios gremios, trabajadores cuya vida gira también en torno a los caminantes. Los concheiros, que vendían las conchas que avalaban el haber hecho la peregrinación, son tan solo un ejemplo. En cada calle florecía un rico comercio (como los caldereros, en la Calderería, o los orfebres, en la plaza de Praterías), lo que dinamiza la vida compostelana de la Edad Media.

Tras los siglos XIV y XV, de cierta carestía económica para el poder eclesiástico compostelano, en el año 1495 tiene lugar otro de los grandes hitos de la ciudad. Un notario compostelano crea con el apoyo del abad de San Martín Pinario una escuela para pobres conocida como Estudio de Gramática, germen de la posterior Universidad. El centro académico universitario, uno de los más antiguos del mundo, fue potenciado principalmente por el arzobispo Alonso de Fonseca y, hoy en día, aún es uno de los grandes ejes sobre los que pivota la vida compostelana. En el siglo XVI Santiago prosigue con su desarrollo urbanístico y es durante estos años cuando se levantan los principales conjuntos que rodean a la catedral. Entre ellos destaca el antiguo Hospital Real, hoy Hostal dos Reis Católicos, mandado construir por los monarcas Isabel y Fernando para prestar ayuda y atención a los peregrinos.

La Universidad de Santiago en la actualidad

En el siglo XVII, y a pesar de que el ritmo de las peregrinaciones se ralentiza, la ciudad vive, sin embargo, su mayor revolución estética. El voto de Santiago, una injusta renta medieval que diversos reinos cristianos de España debían pagar al arzobispado compostelano como compensación por la “decisiva” ayuda del Apóstol en la batalla de Clavijo -que resultó de gran importancia para el rumbo de la Reconquista-, permitió sufragar las grandes obras de este siglo (el impuesto se mantuvo en vigor hasta el siglo XIX). En la catedral se transforma el altar mayor, se “abre” la Puerta Santa y, sobre todo, se culmina el templo con la gran fachada barroca de la plaza del Obradoiro, la estampa más fotografiada de la basílica. Fuera de ella también se consolidan de forma definitiva las plazas y casas nobles que la rodean, como sucede en el propio Obradoiro con la construcción del pazo de Raxoi, sede actual del Ayuntamiento.

El declive y renacimiento de las peregrinaciones

Tras décadas de avatares religiosos y políticos, en las que la mitra compostelana pierde poder e influencia y durante las que las peregrinaciones a Santiago entran en un progresivo declive, un hecho permite invertir la tendencia. En el año 1879 se redescubren las reliquias del Apóstol en la catedral, perdidas desde el siglo XVI, tras haber sido ocultadas ante el temor de que corsarios ingleses pudieran llevárselas. Se inicia su búsqueda y se localizan unos huesos en la actual capilla de la Magdalena. El papa León XIII confirmaría su autenticidad tan solo cinco años después a partir de una bula que logró revitalizar el número de caminantes hacia Santiago.

A lo largo del siglo XX, Compostela (topónimo que para muchos proviene de “campus stellae”, ‘campo de la estrella’ que iluminó el sepulcro del Apóstol) se confirma como un importante núcleo cultural, espiritual, académico y político y el Camino de Santiago vuelve a resurgir. A ello contribuye un hecho decisivo para la localidad: su designación en los años ochenta como sede de la Xunta de Galicia (Gobierno gallego) y de las instituciones autonómicas, convirtiéndose en capital política y administrativa de la comunidad. Santiago experimenta y vive desde entonces un fuerte impulso, reforzado por un nuevo auge del Camino.

En las últimas décadas la ciudad atesora, además, varios reconocimientos entre los que destaca el haber sido designada en 1985 patrimonio cultural de la humanidad por UNESCO. Entre sus valores se destacó, y aún destaca, su belleza urbana, su integridad monumental y su significación espiritual como santuario apostólico.